William escucho aquel disparo que daba señal de
partida, pensó por un momento todas las carreras que había ganado, las
medallas, los aplausos y también esas dolorosas caídas y lesiones, después de
pensar vio hacia delante comenzando a correr
con aquel caballo que su padre fallecido le había regalado a la edad de
9 años, recordaba aquel momento en que vio ese pequeño y amistoso animal. Nuevamente había ganado la carrera, se bajó
del caballo caminando junto a él y rechazo aquellos premios que había ganado
estaba cansado, sin pensar más huyo,
huyo al campo donde no habrían más carreras, donde no tendría que fingir esa
sonrisa cada vez que ganaba. Al llegar soltó a su caballo viéndolo correr
libre, el solo lo vio correr sentado en aquella mecedora. Estaba cansado
enfermo. Tenía cáncer él no le había
contado a nadie ya que no quería preocupar a sus familiares, todos los días en
la mañana William se sentaba en aquella mecedora a observar a su caballo
correr hasta que una mañana no se levantó
a observar a su caballo desde su mecedora sino desde su tumba mientras el
caballo no corría él estaba a su lado como siempre, todas las tardes aquel
caballo que William había bautizado como Kara que significaba Fuerza y Espíritu
iba a llorar en la tumba de su dueño que tanto quería.
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